domingo, 26 de agosto de 2007

Un mundial no hace el verano

MANUEL BURGA ESTÁ EN COREA y no pierde oportunidad de salir en ninguna foto. Sale de compras con los jugadores, se sienta en el palco con Maju Mantilla, se posa con los hinchas más despistados. Vive su momento de gloria y el periodista más genuflexo y estrafalario de su pequeña corte, que está en Corea con él, le dio en la yema del gusto luego del triunfo de la sub 17 ante Costa Rica presentándolo como “el verdadero artífice de la campaña peruana”. El mandamás de la FPF ha encontrado un resquicio de éxito y piensa aprovecharlo al máximo, con frases como “los chicos me quieren” o “en menores las decisiones que tomo yo”.

Es natural que quiera aferrarse a cualquier resquicio de éxito, sobre todo tomando en cuenta que en octubre es casi seguro que se mande a la reelección. Pero la verdad es que mejor provecho sacaría quedándose callado, porque atribuirse el copyright de esta campaña implica asumir también la responsabilidad de calamidades pasadas, como el papelón del mundial sub 17 que organizamos hace dos años o el desastre de la última sub 20 de Pavoni, que pasó penando por el sudamericano de Paraguay. Por citar dos ejemplos clamorosos, que no son los únicos.


Además, Burga no tiene derecho a cobrar mucho por estos chicos por la simple razón de que arriesgó muy poco. El plantel viajó a Ecuador a jugar el sudamericano en silencio y Burga, que ahora parece dispuesto a cargarle las bolsas a Manco en sus paseos por Suwon, ni siquiera se apareció en la fase final de aquel campeonato. Tampoco apostó mucho por Oré, que era el asistente de Pavoni y se quedó a cargo del grupo luego de la renuncia del argentino, y que tenía contrato solamente hasta el final del sudamericano. Era un bombero que tenía como destino quemarse en el incendio, pero tuvo el buen tino de salir ileso y ser el héroe de la emergencia.

Los méritos de Burga en esta campaña existen, pero apenas alcanzan para pasar raspando el curso. Si tuvo un gran acierto, fue permitir que el equipo se adapte a la altura antes de jugar el sudamericano, de allí salieron las primeras victorias. Luego, organizó unas cuantas giras y le dio al equipo un poco de roce adicional previo al Mundial. ¿No es acaso lo mínimo que se le puede pedir a un dirigente? No podemos exagerar los elogios a un directivo que dice que apuesta por los menores, pero que tiene abandonadas al resto de categorías (¿en qué quedó la famosa unidad técnica?) y ni siquiera ha cumplido con la vieja promesa de obligar a los equipos de primera a tener divisiones inferiores auténticas y presentables. La lista de pasivos de la FPF es muy grande y un mundial no hace el verano, por más bien que nos vaya. Burga debería aprender de una vez que lo dirigentes rara vez hacen goles. Su función es dar los pases y, en la medida de lo posible, quedarse calladitos. Así, además, se defienden mejor.

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