lunes, 6 de agosto de 2007

Chemo y los incombustibles



LOS TÉCNICOS DE FÚTBOL SE QUEMAN CON FACILIDAD. Los dirigentes, en cambio, parecen hechos de teflón. Apenas sienten el calor de la crisis, se despegan del asunto con una facilidad que se asemeja demasiado al desparpajo. Se deshacen sin asco del entrenador que habían elegido tras un concienzudo trabajo de selección (al menos así nos venden el asunto) y, cuando lo hacen, no tienen rubor en criticar lo que antes defendían del elegido ni en sacar al sol trapitos que meses antes habían decidido secar en casa. Tampoco tienen sangre en la cara para, días o meses después, volver a posar para la foto con el nuevo elegido y repetir la frustrante historia desde el comienzo. Como si fuera una pesadilla recurrente, todo empieza de nuevo en el mismo escenario y con los mismos actores. Lo único que cambia es el fusible de turno.

El problema es más grave porque cada vez los fusibles duran menos. Tan poco que en cosa de tres años la Videna se ha devorado a prácticamente todos los técnicos ‘seleccionables’ que quedaban en el país. Y con plazos tan efímeros, hablar de ‘eras’ o ‘procesos’ resulta en los últimos tiempos un chiste de mal gusto. La ‘era Uribe’ duró algo más de cuatro meses. El ‘proceso Navarro’, lo mismo que un embarazo: nueve. De los últimos cinco técnicos que ha tenido la selección peruana, solo el primero, Paulo Autuori, pudo darse el lujo de tener tiempo para trabajar: dos años y cuatro meses entre enero del 2003 y abril del 2005. El resto fueron noviazgos de verano. En promedio, los últimos cuatro no superan el año.

En cambio, los dirigentes gozan de una estabilidad envidiable. Lánder Alemán ya tiene tres eliminatorias a cuestas. Velásquez y Juvenal Silva, dos cada uno. Ellos y Manuel Burga (que no elige directamente, pero avala con su firma y su presencia), son las constantes negativas de esta pesadilla que para el fusible de turno se presenta como un cuento de hadas: la oportunidad de dirigir a la selección, y termina con un fusilamiento público en el que nunca se ha visto a ningún directivo poniendo el pecho.

Ahora le ha tocado el turno a Chemo, que cree, con toda la buena fe del mundo, que esta vez puede ser diferente. Ojalá no se equivoque, pero con el mismo fervor deseamos que no pierda de vista que está negociando con sujetos altamente volubles, poco confiables, y por si fuera poco, que tienen encima una foja bastante gruesa de fracasos. En otras palabras: que siempre estará entre algodones. Desde esa incómoda posición ha empezado Del Solar su trabajo como técnico de la selección peruana. Como pedir que los dirigentes cambien parece demasiado en este país, esperamos que al menos este fusible no se queme tan rápido y pueda transmitirle algo de corriente y vida a nuestro fútbol.

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