jueves, 9 de agosto de 2007

¿Por qué somos del Atleti?


HACE POCO ME ENTERÉ de que el estadio Vicente Calderón de Madrid será demolido en un par de años y no pude evitar sentir un poco de pena. Mucho antes de viajar a España por primera vez ya era hincha del Atlético, influenciado por algunos videos de Paolo Futre y por el doblete histórico que obtuvo en 1996 y que pude seguir gracias a esas transmisiones de Canal 4 con la dupla Maraví-Puiggrós. No fue casualidad que cuando tuve que buscar casa para vivir en Madrid por unos meses acabara viviendo a escasas cuatro cuadras del Calderón. Y pronto me di cuenta de que no era el único y que varios compatriotas peruanos que conocí o me encontré en España cojeaban del mismo pie, con tanta regularidad que los españoles con los que parábamos se preguntaban extrañados por qué los peruanos se hacían hinchas del Atleti. No creo que tenga que ver necesariamente con los colores de la camiseta. Realmente hay que ser de una madera muy especial para vivir en la capital española y no ser hincha del Real Madrid. Ser del Atleti implica un asumido sentimiento de inferioridad ante la vecindad del club más ganador del mundo, el único que puede mostrar en su sala de trofeos nueve copas de Europa juntas. Significa acostumbrarse a las cargadas del contrario, asumir que siempre vas a ser segundo y vivir bien con eso.

La opción del club implica una opción de vida. Una representa disfrutar del fútbol; la otra, sufrirlo. Tal vez por eso, porque a los peruanos nos duele el fútbol, es que muchos nos sentimos cerca de equipos como el Atlético. Ser del Real Madrid sería como venderse barato al triunfalismo más obsceno; renunciar a nuestro ADN pelotero. Además, el Atlético juega como Perú: vive del pasado —que tampoco fue muy triunfal que digamos— y gana un partido de cada tres. Un buen domingo puede vencer al más pintado del campeonato y a la semana siguiente no pasar del cero ante el colero, pero a pesar de esos altibajos la gente lo sigue y renueva su pacto con el inicio de cada campaña. “Ustedes lo hacen por dinero, nosotros por amor”, reza una pinta que encontré al lado de una escalera dentro del Vicente Calderón una de las veces que fui a verlo. Por eso tiene la hinchada más sudamericana del fútbol español, con todo lo bueno y lo malo del término. A diferencia del Santiago Bernabéu, que en sus días libres recibe visitas guiadas como si fuera un museo, en el Calderón se ven pocos turistas. El que llega hasta allí sabe que lo hace por pura devoción. Sabe que se expone a sufrir. El fútbol tiene su lado masoquista. Los peruanos somos la prueba viviente de eso.
Supongo que esta explicación funciona para los peruanos y nuestros semejantes. Los españoles también se hacen la pregunta y la respuesta parece que no sale tan sencilla:
Efectivamente, hay cosas que son difíciles de explicar.

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